From the Library of Congress in Washington DC ^M00:00:04 [ Silencio ] ^M00:00:19 [ Lengua extranjera ] ^M00:01:38 [ Aplausos ] ^M00:01:43 >> Buenas tardes a todos. Un cambio de lengua, si no les importa, ya que el evento va a ser en español. Gracias por estar aquí en esta tarde ventosa de calentamiento global. ^M00:01:54 [ Risas ] ^M00:01:56 >> Y tenemos una audiencia conocida, y creo que hay más puertorriqueños aquí que en Orlando en estos momentos y, con razón, porque tenemos tres estrellas boricuas aquí con nosotros. Y vamos a honrar a nuestro colega, Juan Carlos Quintero, que acaba de publicar un excelente libro. Y para presentarlo tenemos a dos estudios, fantásticos y maravillosos que están aquí, que es Rubén y Juan. Yo, brevemente, voy a decir algo de ellos, ¿no?, que para nada se acerca a lo que son, pero lo por menos les presento brevemente, ¿no?, su biografía. Empiezo con Rubén Ríos Ávila, que es director del programa de MF en la universidad de New York y también imparte cursos en el programa de doctorado del departamento de español y portugués. Su investigación se concentra en los estudios queer y del Caribe. Ríos Ávila tiene un doctorado en la Universidad de Cornell y se desempeñó como jefe del departamento de literatura comparada de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, donde además se ungió como decano de estudios graduados. Ha sido profesor visitante en distintas universidades, incluyendo Brown, Harvard [inaudible]. En Puerto Rico, ha sido crítico literario en el mundo y miembro del consejo editorial y colaborador de la revista cultural 80 Grados. Fue el presentador de en cinta, un seminario sobre cine en la televisión pública puertorriqueña, por varios años. Es autor de dos colecciones de ensayo, "La raza cómica", del 2002, el cual fue merecedor del premio al mejor ensayo del Pen Club y de "Embocadura", el 2003, además de numerosos artículos en distintas revistas y publicaciones académicas. Ahora voy a pasar a nuestro segundo presentador, que es Juan Duchesne Winter, que es profesor del departamento de lenguas y literaturas hispánicas de la universidad de Pittsburg, el cual dirigió por varios años. Desde el 2009 ejerce como editor general y director de publicaciones de la revista iberoamericana, del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. Egresado de la universidad estatal de New York de Stony Brook. Es autor de importantes libros, entre los que figuran: "Narraciones del testimonio de América Latina", de 1992; "Ciudadano insano", "Ensayos bestiales sobre la cultura y literatura", del 2001; [inaudible], del 2008 y "La guerrilla narrada"; "Acción, acontecimiento, sujeto", del 2010 y son solamente varios títulos, porque en realidad es autor como de 10 libros. Su producción es envidiable. Además, ha publicado numerosos artículos y ensayos, ha participado en el programa de la televisión y en la radio pública y fundó las revistas independientes Posdata, Nómada y Hotel Abismo. Su investigación, actualmente, se concentra en la cosmopolita de la escritura, ¿no?, en el tono de las discusiones sobre la ecología globales del Antropoceno. Asimismo, se encuentra estudiando las expresiones indígenas de la Amazonia colombiana, la confluencia de la reflexión teórica y el pensamiento político en la literatura contemporánea y el surgimiento de movimientos literarios amerindios en la península de la guajira, o sea, que es un gran latinoamericanista real. Y, por último, nuestro colega Juan Carlos Quintero, que es profesor de literatura latinoamericana y caribeña del departamento de español y portugués de la Universidad de Maryland desde el año 2000. Y yo tengo que decir que yo estuve en el comité que lo empleó, no me equivoqué. Hizo su bachillerato de estudios hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedra y obtuvo su maestría y doctorado en literatura en Princeton University, de donde somos compañeros también. Es autor del estudio "Fulguración del espacio, letras de imaginario institucional de la revolución cubana 1960-1971", que salió en el 2013 en Beatriz Viterbo y obtuvo el premio iberoamericano de estudios latinoamericanos de LASA en el 2004. Y también es autor del libro de ensayo de "La máquina de la salsa: tránsitos del sabor", de Ediciones Vértigo del 2002, que será reeditado este año en España. Recibió en el 2009 la beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation, para finalizar su libro de ensayos "La hoja mar: efecto archipiélago I", que acaba de publicar Almenar [inaudible] y sobre el cual conversaremos hoy, ¿no? También tenemos ejemplares del libro, así que al final, este infomertial es extra [risas]; al final pueden obtener su copia firmada por el autor, ¿no? Quintero Herencia ha publicado además 4 libros de poesía, "La caja negra de isla negra", de 1996; el volumen "La hilo para el marisco: Cuaderno de los envíos", Instituto de Cultura Puertorriqueña, del 2002; y premio de poesía Pen Club de ese mismo año, "Libro del sigiloso", de Terranova del 2012 y también "El cuerpo del milagro" [inaudible], del 2016, que presentamos aquí, en la Biblioteca del Congreso el año pasado. Y una selección de sus poemas apareció traducida al inglés en la revista digital [inaudible]. So, ya ustedes tienen una idea de quiénes están frente a ustedes. Así que voy a llamar al podio a Rubén Ríos Ávila, que comienza su presentación. Gracias. ^M00:06:59 [ Aplausos ] ^M00:07:06 >> Buenas tardes a todos. Decidí leer desde acá, para poder poner la computadora sobre el podio. ^M00:07:18 [ Silencio ] ^M00:07:25 >> ¿Se oye bien? >> Sí. >> Perfecto. Le quiero dar las gracias a Aída, al departamento de español y portugués de la Universidad de Maryland y a la división hispánica de la Biblioteca del Congreso, para esta linda oportunidad de celebrar, junto con Juan y Juan Carlos, el nacimiento del último libro de Juan Carlos Quintero, que es un colega y un amigo entrañable. Esto es un ensayo apreciativo en torno a "La hoja de mar (: ) Efecto archipiélago I". "La hoja de mar (: ) Efecto archipiélago I", el tercer ensayo distendido de Juan Carlos Quintero, tras más de 10 años de aparecida su "Sabrosa máquina de la salsa", se inaugura ya desde su título bajo el signo de la poesía. Un primer referente para este enigmático título, podría ser "Las hojas de hierba", de Walt Whitman, donde se alude por un lado, a las hojas del libro de poemas que estamos leyendo, un libro rústico, propone Whitman, no de hojas de árbol, sino de hojas de hierba, es decir, vandeano, en menosprecio de las cortes y las capillas de la institución literaria o, por otro lado, un libro donde las hojas no son las de un árbol centralizador y genealógico, sino precisamente las de la muchedumbre, que es la hierba como tal, es decir, la hoja del rizoma, en masiva sucesión vertical continúa, de repetidas e infinitas verbosidades. Como las de Whitman, la hoja de mar de Quintero, tampoco se quiere dejar gobernar por el reino arbóreo, que la pretende contener y colocarla en el lugar correspondiente de su destino jerárquico, menos que ramo y mucho menos aún que tronco. No, esta hoja declara su directa relación con el mar, que no importa cuán lejana del literal, acusa recibo de su deuda de agua, porque es hacia una hoja que el agua sube desde la tierra para evaporarse y para dispersarse por el aire. De hecho, una hoja usa solo el 5% del agua que recibe para su fotosíntesis, el resto, se evapora. La hoja está hecha, pudiera decirse, de y para el agua que recibe de la lejanía del mar. Ya desde el título, Quintero propone que entre la hoja y el mar hay un aire de familia, por lo cual el literal no sería tanto un límite, sino más bien un filtro, una zona de traspaso para la ingente transportación del agua por todas partes. La hoja de mar es un modo metafórico de decir el archipiélago y el libro que sostenemos, de Juan Carlos Quintero, quisiera ser esa hoja, quisiera estar hecho de esa agua, quisiera ser su efecto. Un archipiélago, más que ubicarse, sucede en el mar abierto, en la altamar, lo suficientemente alejado del fundamento continental, como para que las condensaciones telúricas que brotan de sus entrañas no sean del todo distintas de ese mismo mar abierto que, por un lado, las rodea y las sitia, pero que también las satura y las convierte en espejismos vivos del agua. Esa sería la escena palpitante de este libro de Quintero, un libro de crítica poética, donde el pensar adquiere el pulso reiterativo y contundente de las olas del mar. Donde el pensar, como sugiere la cita de Benjamín con que arranca el libro, pertenece tanto al movimiento como a la detención de los pensamientos. De ahí que la manera de enlazar el título con el subtítulo de este libro, no pueda ser sencillas dos puntos, como suele ser el caso; aquí, como si la metáfora inicial sostuviese una relación de condensación lírica al servicio de su explicitación teórica, que es la razón por la que uno suele poner dos puntos, que es quizás el modo más común de titular un libro en la academia norteamericana. Con una metáfora condensatoria al principio dos puntos y entonces, de lo que se trata el libro, del otro lado del puente de los dos puntos. Como suele ser el caso, como si la metáfora inicial sostuviese una relación de condensación lírica al servicio de su explicitación teórica, una metáfora para sintetizar lo que el concepto "efecto archipiélago" se encargaría de deshilvanar analíticamente. Por ello, habría que poner los dos puntos entre paréntesis, como hace Juan Carlos, para des familiarizar o poner en suspenso la relación entre el título y el subtítulo, como si el paréntesis fuese, de cierto modo, una de esas muchas islas que produce el efecto archipiélago, una de sus posibles hojas de agua; más aún, como si el paréntesis fuese ya la idea o la imagen misma en un efecto. Pensar, como sugiere Benjamín, no solo desde la detención de los conceptos, sino junto con el movimiento de las metáforas, que al mismo tiempo lo presagian y lo abolen, es uno de los deseos fervientes de este libro y por ello, hace alianza con singulares portentos del pensamiento elíptico, como Gilles Deleuze y José Lezama Lima. Un Deleuze, habría que añadir, filtrado a través de su avatar Caribe, Edward [inaudible]. Esa es una de las triadas fundantes del libro, Deleuze, [inaudible], Lizama. Hay otras triadas. Un libro de una modestia intensamente afectada, en íntimo diálogo con una oscura poética de la relación, dirigida a un cuerpo sin órganos urdido mediante un sistema poético del mundo. Este libro es, entonces, más un experimento que una interpretación, un alevoso desorden de los sentidos. La poesía es aquí la marca del sentir que apalabra todo saber y el sentido es primariamente eso, afecto, la moción de la emoción, el sentir de los sentidos o, como se expresa elocuentemente en "La máquina de la salsa", el sabor del saber es el saber del sabor y la salsa es eso, un saber que sabe a goce. Para que el sentido haga sentido, Quintero plantea que sería imprescindible no solo un intelecto, sino sobre todo un sensorium, una red de adherencias, una diseminación de afectos. Es ese el sensorium que organiza este libro, siguiéndole la pista al "Efecto Archipiélago", según hace sus apariciones, a veces fugaces, a veces contundentes en la red que conecta insularismo con "La isla que se repite", al tuntún de pasa y grifería con la poética de la relación, a la isla en peso con [inaudible] y veinte, al mar y tú con literal. El sensorium desplaza la primacía cronológica del índice temático y la sustituye por la elipsis del oleaje. En este ensayo, los textos discutidos regresan entre sí los unos hacia los otros, no se mueven por una fuerza resolutiva, sino por un constante devenir de un texto en otro. El verbo con el que Quintero pone en movimiento la relación con el mar que produce el "Efecto archipiélago" es el verbo marear, el mar marea. ¿El mar marea, porque refleja la marea? Es decir, ¿el magnetismo gravitacional que sobre él ejercen el sol y la luna, por lo cual el efecto archipiélago, no es sino el rebote de una fuerza sideral? Lo que implica decir que el mar descoloca, que hecha por el suelo los cimientos con los que se construye la seguridad bípeda del Homo Sapiens. Que incluso tira por la borda la aparente seguridad del que piensa que, para defenderse del poderío del mar, le basta con alejarse del literal. De hecho, Quintero explora en sus variadas travesías náuticas por las páginas de [inaudible], Benítez, Rojo, Rojo, Derek Walcott, Palés [fonéticamente], Julia de Burgos, Lezama o Virgilio Piñera, entre otros, hasta qué punto el efecto de mar, que es en gran medida el efecto archipiélago, produce en el sujeto un estado de dehiscencia, de deposición de los imaginarios constitutivos de la identidad. El mar es cósmico, aún más, es sideral y ubicuo. Aún en la resaca, cuando pareciera alejarse, no hace sino humedecer la tierra que posee con su rastro, haciendo constancia de los modos penetrantes de su estar en todas partes. Por eso es tan fundamental Quintero despedazar en su libro la tan supuesta oposición binaria entre la isla y el mar, es decir, dinamitar esa oposición fragmentarla archipelágicamente y, de paso, diluir del mismo modo la relación que suele hacerse a partir de esta oposición entre el individuo y el otro. Las lecturas que hace de Lezama Lima, en particular su célebre coloquio con Juan Ramón Jiménez, una de las obras primerizas de Lezama, en pérfida colaboración dialógica, el poeta de la generación del 27, y la lectura extraordinaria que se hace aquí de "La isla en peso", de Virgilio Piñera, apuntan hacia una suerte de geologización de la geografía, donde la geología se in distingue hidrología. El mapa geográfico se vuelve grieta, piedra resquebrajada por las humedades trópicas. El ensayo es desde sus comienzos ya con [inaudible], de un modo muy particular, un libro hecho de lecturas. La potencia de un libro como este, tan hecho y atravesado por otros libros, se debe en gran medida a su pericia ensayística a la hora de identificar sus referentes, sus trozos citados, es decir, sus lecturas. Y Quintero posee una lujosa capacidad para dar con hallazgos. Uno de los más sorprendentes para este lector es sin duda una cita que extrae de una entrevista que le hiciera Félix Guerra a José Lezama Lima; y la pregunta que le hace Guerra es la siguiente: "¿Cómo ve el mar?". Nótese que la pregunta no es qué es el mar, sino cómo ve el mar. Le pregunta Guerra a Lezama y este contesta lo siguiente, según la cita que hace Quintero en el libro. Dice Lezama: "El planeta es el ojo, el mar es la pupila con la que el ojo mira el universo y su ampulosa eternidad. El agua es el líquido acuoso sentado sobre su cojinete de tejidos conjuntivos, a cuál entra la luz haciendo piruetas divertidas. Miramos con el agua, aguzo el agua y veo una eventual e inexplorada soledad que se aleja y alcanza, escribió [inaudible], el récord del mundo en su altura. Me inclino sobre mi balcón existencial, es decir, el Malecón, y ambos, él y yo, damos con nuestros pechos a esa inmensidad salada, donde intuimos peces tridentes sargazos y náufragos de diversas extirpes, todos en el coro, con sus pulmones y carrillos inflados, porque cantan o la bullabesa o la marsellesa o cualquier inspirado himno del ahogado". Fin de cita [risas]. Así es cómo Lezama le contesta a un entrevistador. ^M00:20:03 [ Risas ] ^M00:20:08 >> Quintero, inspector sagaz de las beaterías nacionalistas, celebra el fino humor Lezamiano ante la entonación submarina de los himnos nacionales, en boca de un ahogado. Pero destaca a su vez un elemento central de la escritura Lezamiana, tan atravesada por su condición asmática; el ahogado, que canta desde las profundidades del mar, es el que respira debajo del agua, el que triunfa y se sobrepone a las cuitas del marear. Estar mareado, se dice de un aún más directo en inglés, is to be seasick, es ser presa del mar, llevar el mar en los pulmones, estar enfermo de mar. El ahogado sería entonces una figura central del efecto archipiélago, es decir, el que sabe respirar con los pulmones llenos de agua. Es poderoso, ese puente que conecta la respiración acuosa del ahogado con su mirada marina. Su mirada no es otra calamidad que la mirada del ojo, que es ya el planeta todo, como dice Lezama, ¿no?, el planeta todo es un ojo enorme, un ojo que mira con su pupila de mar. Si el planeta es un ojo, el mar es su pupila, es decir, que el mar es de dónde se mira. "¿Cómo dudar? -estoy citando ahora a Quintero- ¿Cómo dudar -nos dice Quintero- que quien contempla desde el Malecón, también ha naufragado?". Fin de cita. Habría que añadir a su vez de qué modo ese inmenso ojo del mundo, con su pupila oceánica es un trasunto del gongorino cíclope Polifemo. El efecto archipiélago, y esta es su dimensión más contenciosa y, por lo tanto, potenciadamente significativa, es una estatización de la política, que parte por un lado de la idea de redistribución de lo sensible, según la propone [inaudible], como un disenso radical, una brecha, hendidura o [inaudible] en el sentido, un grito inarticulado, que irrumpe en el interior del lenguaje, meramente comunicativo, para hacer ver la voz del otro. Es decir que, desde el mar se mira de otra manera y ese mirar es un mirar sinestésico, que nos hace escuchar la voz del otro. Para que esto ocurra, para que esto sea posible, tendría que resquebrajarse la ilusión de un sujeto autónomo, individual, que parezca a sí mismo, ajeno a su otredad circundante. Porque es de esa otredad más íntima de lo que todos sospechamos, que proviene la singularidad que es lo opuesto de la individualidad y de la autonomía del sujeto. Es con lo singular y lo apropiable que Quintero relaciona su efecto archipiélago, un efecto desintegrador, "una rajadura de sentido -uso citando sus propias palabras- donde una comunidad caribeña se presenta." Fin de cita. Es un efecto, pero no porque sea la consecuencia de una causa, es un efecto sin causa, que no procede de un origen común que pueda trazarse a una creencia o lengua o raza. Es un efecto producido por la insistencia de un diferimiento constante, de un disenso inapropiable, que Quintero asemeja a una corrosión subterránea, marina que impide las conexiones fáciles, las cartografías recuperativas. Es como si lo propio de lo marino fuese la inminencia de la vibración tectónica, el vislumbre impostergable de un temblor, un temblor cuyo efecto es la inestabilidad de los géneros y de las especies. Por eso, en el español puertorriqueño, nos recuerda Quintero, mar se dice tanto el mar como la mar, como si en su interior se disolviese la diferencia de género, no solo ya del género sexual, sino asimismo del género en su sentido aristotélico, es decir, como categoría organizativa del conocimiento. Juan Carlos Quintero Herencia se abre paso entre la poesía y la crítica joven del Caribe y de Hispanoamérica o joven aún, que se inscribe en lo contemporáneo-- Un segundito, porque si no tomo agua-- ^M00:24:59 [ Risas y silencio ] ^M00:25:04 >> Si no tomo agua, no puedo mirar. ^M00:25:06 [ Risas ] ^M00:25:11 >> Juan Carlos Quintero Herencia se abre paso entre la poesía y la crítica joven del Caribe y de Hispanoamérica, que se inscribe en lo contemporáneo, según apunta a Gambell [fonéticamente], como el rumor del pasado inconcluso en el presente o, para decirlo desde el barroco benjaminiano, como el trabajo de la ruina en el presente. En Puerto Rico saltan a la vista tres figuras para las cuales la escritura se da en un diálogo potente, entre la poesía y la escritura; José Luis Vega y Noel Luna son dos ejemplos importantes de generaciones distintas, quise decir cuatro figuras. La hora de Auria María Sotomayor me parece un referente todavía más cercano al proyecto de Quintero. En ambos, no se trata solamente de ser ensayistas y poetas, sino de provocar infartos verbales que develen, que saquen a la luz la sobrevivencia de la poesía en el ensayo, así como la potencialidad de un saber de la poesía. Desde ese punto de vista, la hoja de mar de Quintero es un libro tan singular como el estupendo "Femina Faber" de Sotomayor. Del mismo modo, la hoja de mar es un libro que, desde el ensayo crítico, puede leerse como una reverberación crítica de los dos últimos libros de poesía de Quintero, "El libro del sigiloso" y "El cuerpo del milagro". Desde poéticas muy distintas podría hablarse a su vez de experimentos similares en el ensayismo del cubano Antonio José Ponte y del argentino Daniel Lind. Finalmente, si fuésemos a intentar un modo de amarrar el lazo elíptico de ese neobarroco quinteriano, tendríamos que recurrir a él mismo. Los dejo con esta cita de Hoja de mar: "Esa palabra trabada [vacío], esa figura interpuesta tal vez sumergida o en flotación, entre perspectivas, es la escritura múltiple del desacuerdo mismo que habilita la política literaria". Muchas gracias. ^M00:27:18 [ Aplausos ] ^M00:27:27 >> Muchas gracias, Rubén. Solamente Rubén puede hacer semejante exégesis poética con la elegancia con la que lo ha hecho. Así que Juan, lo vas a tener duro ahora. Le doy la palabra a Juan Duchesne. >> Bien, quiero agradecer al departamento de español y portugués de Maryland [inaudible]. Y las personas de aquí de la Biblioteca del Congreso, de la Sala Hispánica, quiero agradecer la invitación y la organización de este evento. Bien, yo le tengo un título a esta presentación del libro de Juan Carlos Quintero, le he llamado "El telurismo materialista de Juan Carlos Quintero Herencia, hoja de mar, efecto archipiélago". Y le tengo también un epígrafe, tomado de la novela de Enrique Bernardo Núñez, "Cubagua", que dice: "El mar es comunista". ^M00:28:37 [ Risas ] ^M00:28:41 >> Creo que conviene trastocar el sentido de la palabra auténtico. Lo auténtico convencional es lo aprobado y certificado por una autoridad acreditadora, pero existen cosas que nos parecen auténticas precisamente porque ocurren fuera de programa, fuera de la cuantificación y del cálculo. Estamos aquí ante un libro académico, pero intelectualmente auténtico, publicado por una editorial extranjera, en una lengua minoritaria, que es un verdadero ensayo y no un paper ampliado. Hoja de Mar (: ) Efecto Archipiélago I de Juan Carlos Quintero Herencia, se suma a la tradición latinoamericana del ensayo de interpretación del carácter de una nación región o sub región, tradición que en muchos casos sacude no solo a la historia y la sociología, sino a la geo poética. La geo poética es lo que antes llamaban influencia del paisaje o determinismo geográfico, pero que realmente va más allá del paisaje y del determinismo. Dicha tradición es más amplia y diversa de lo que sugieren títulos como "Facundo" de Domingo Francino Sarmiento, "Un hombre que está solo y espera" de Raúl Scalabrini Ortiz, "Radiografía de la pampa" de Ezequiel Martínez Estrada, "Raza de bronce" de Alcides Arguedas, "El laberinto de la soledad", de Octavio Paz, "El laberinto de los tres Minotauros" de Juan Manuel Briceño Guerrero, "Casa grande y censada" de Gilberto Freire, "Insularismo" de Antonio S. Pedreira, "Guatemala, las líneas de su mano" de Luis Cardoza y Aragón, "La expresión americana" de José Lezama Lima, "Indagación del choteo" de Jorge Mañach, "El pez de oro" de Churata, "El puertorriqueño dócil" de René Marqués, "El arte de bregar" de Arcadio Díaz Quiñones, ""La isla que se repite"" de Antonio Benítez Rojo y, últimamente, "Donde" de Eduardo Lalo. Hay muchos aciertos y también muchos despropósitos en ese tipo de experimento, pero creo que el procedimiento mismo de trabajar a partir de una o más figuras históricas, sociológicas o poéticas, para caracterizar un espacio social y geo poético, sigue siendo viable y acertado, en especial cuando se acude a la geo poética; pues pensar desde el cuerpo y su lugar en el mundo es ineludible, pese a que se pueda discutir en qué medida dichos ensayos de este género logran hacerlo y con qué resultados. La pretensión de acceder a un pensamiento absolutamente desligado del cuerpo y del espacio que articula el cuerpo, cuál si se pudiera pensar abstracciones flotantes en el universo, se estrella contra la negación de sus propias condiciones de posibilidad. Hay descorporizaciones y hay desterritorializaciones cierto, pero siempre suponen el devenir otro cuerpo y otro territorio, como quiera que se mire. ¿Qué es el efecto archipiélago? Es una constelación de metáforas, conceptos y referencias de inspiración ampliamente telúrica. La introducción de hoja de mar es un manifiesto en fuga, donde sucesivas aproximaciones al efecto archipiélago, son capaces de abarcar más de 500, perdón, 50 páginas [risas]. Cada intento de definición efectivamente huye de la definición categórica. Como cuestión de principios, este ensayo pospone la claridad del concepto a favor de la exactitud de la expresión. No se puede, perdón, no se pretende tanto de explicar cómo si de expresar el pensamiento a través de los cinco, seis, nueve u once sentidos sensoriales y sus combinaciones. Este ensayo no discursea sobre la importancia de la estética en la interpretación, es más bien una expresión estética del acto de interpretar. Por ahí hay quién habla de prosa poética, ¿no?, como si hablara de un realce al maquillaje, pero más bien aquí tenemos la voluntad de estilo inseparable de la voluntad de pensar. Ahora bien, ¿qué es, en fin, el efecto archipiélago? Lo mejor es citar una de las incontables definiciones esbozadas en el texto. Y dice el texto de Juan Carlos: "El efecto archipiélago es un efecto sin causa, pues la aventura marina es hundimiento y pérdida, condición sin pivote, llamado de la carne de la marejada - estás compitiendo aquí con Lezama- bajo el árbol playero en la noche, el archipiélago acentúa la penumbra que alebresta a los animales nocturnos. Marea, marejada, mareamientos por ausencia de luz, estética de las mareas, son algunos de sus disfraces, pues allí se consigna que esta teoría del mareo no es una disfuncionalidad simple, sino la marca de un orden sensorial tan expuesto a sus aguas como las formas de la confusión, donde se tornan indistinguibles el agua del rectángulo, la baba o el caracol". La abundancia de estas secuencias líricas no bloquea el concepto, sino que lo transporta, lo desplaza, lo voltea, lo acompaña incluso en sus contradicciones. Hay una contradicción, por ejemplo, según lo leo yo y no es el cometido de estas líneas denunciarla ni reclamar que se resuelva; por un lado, se sostiene que el efecto archipiélago es pura imagen, en el sentido de la figura poética, textual, invocándose aquí aquel famoso interdicto del género lingüístico en la crítica, de que no hay nada fuera del texto; pero, por otro lado, se plantea con la mayor insistencia, que el efecto archipiélago antecede al lenguaje y al texto. Cito: "En el archipiélago, lo primero es el cuerpo". Las islas, las playas, las mareas, los moluscos, crustáceos y agua vivas, las fallas geológicas, las placas tectónicas, las montañas, las fosas, las hendiduras, las rajaduras, los orificios, las secreciones, las extremidades, la potencia e impotencia del deseo, entrelazan el cuerpo y el territorio, como factores geo poéticos del efecto archipiélago. El efecto archipiélago también invoca a una comunidad que se adjetiva como democrática, más bien a manera de una interrogante indefinible o definida negativamente como exceso político ante puesto al comunitarismo de etnia y nación. Y al concepto del "Pueblo", entre comillas. Se invoca a la política, pero entendida como disenso, corrosivamente impolítico, en consonancia con las ideas ampliamente citadas de Jack Ranciere. Por otro lado, mediante incisivas reconsideraciones de [inaudible] se cuestiona la manera en que este pensador-- [inaudible] convierte el legado revolucionario de Haití y de Cuba, en eje histórico del Caribe. Si algo, el efecto archipiélago no pretende ser revolucionario, como tampoco claro, contrarrevolucionario. Y cito: "Lo archipiélago no salva ni reivindica, ni redime. Dejémosle estos asuntos a los curas, a los pastores, profesores, poetas o escritores con sotanas invisibles". Fin de la cita. El efecto archipiélago tampoco reivindica expresiones marginales ni oprimidas. Tampoco reivindica la identidad basada en la lengua ni en la, cito: "Co participación sanguínea o pigmentográfica ni - cito- en los fetiches de la heterogeneidad [inaudible]". Estos [inaudible] se proclaman a veces con la resolución tajante del manifiesto. El efecto archipiélago se define, en gran medida como ven, por la vía negativa, parece que la suma de cosas que el efecto archipiélago no es, ayuda más a caracterizarlo, que el destilado casi imposible de lo que efectivamente pueda ser; sin embargo, de tal destilado se desprende algo muy interesante que el archipiélago sí podría ser, y que podría caracterizar una propuesta central del ensayo, un cuerpo telúrico o más bien una constelación de cuerpos telúricos. El cuerpo telúrico es legión como el demonio, es decir, se trata más bien de un enjambre multiespecie de cuerpos humanos, animales, vegetales, geológicos, climáticos, poéticos, conceptuales, sensoriales, afectivos y tecnológicos, al que [inaudible] imputa una fuerte orientación terráquea que no necesariamente apunta para trascender, imputa una fuerte orientación terráquea que no apunta a la trascendencia ni a la inmanencia, sino a un sin fin de maneras de bregar. Yo traduje su expresión [inaudible] que-- stain with a trouble, como bregar. Bajo la expresión cuerpo telúrico, bajo la expresión cuerpo telúrico en las ideas de [inaudible], aunque ella no emplea dicha frase. El adjetivo telúrico tiene mala prensa en la crítica latinoamericana, en especial desde que Carlos Fuentes y otros voceros del boom literario latinoamericano del siglo pasado, volcaran su desprecio contra la llamada novela de la tierra y sus invocaciones telúricas. Desconcierta mucho, de hecho, la manera en que aquel telurismo pretendía fundir la tierra a los proyectos hegemónicos de la nación criolla. Pero estamos en otra época, y el tema de la tierra se ve de otra manera, ante el impacto del Antropoceno. Propongo trastocar aquel sentido común de la palabra telúrico por un sentido mutante, desde tal sentido es que me permito señalar que Juan Carlos Quintero realiza en su ensayo nada menos que una lectura telúrica de importantes autores del Caribe insular hispanófono. Aunque el ensayo de Quintero lleva sus referencias a Rancie a , veremos que si, según dice Ranciere, la política comienza cuando se expresa en la sociedad un elemento que antes no contaba para nada que antes no tenía voz en ella, entonces la irrupción de la disímil y común, e incomún comunidad telúrica apunta aquí, a una política radicalmente otra, que no se limita a la especie Homo Sapiens ni culmina en ella y que tampoco se limita a relaciones entre especies, sino también entre sus partes y sus órganos. Tal vez, sin proponérselo así, el efecto archipiélago convoca a una legión de actores políticos nunca reconocidos por las polis modernas. Esa legión de demonios políticos es un cuerpo hecho de muchos cuerpos heterogéneos, humanos y no humanos, bióticos y abióticos, con órganos, sin órganos y con trasplantes. El efecto archipiélago con sus redes y enjambres de mareas, moluscos, crustáceos, vientos, lluvias, rayos, playas, fallas geológicas, hendiduras, rajas, orificios, bocas, deseos, sabores, olores, imágenes, toqueteos, vaginas, penes, estómagos, ojos, secreciones, aparatos y artificios poéticos, afirma pese a sus negaciones, una suerte de cuerpo telúrico inseparable de cierta poética, según sugiere el propio texto en varias proposiciones como esta; por ejemplo, cito: "La abertura archipielágica vincula al cuerpo con lo perceptible, como extensión y como saber acuático". Numerosos pasajes del libro matizan las expresiones articuladas al cuerpo saber terrestre, del saber animal, del saber vegetal, etc. Y cito, bastante, una cita que me gusta mucho: "Más que un saber, lo sensorial es una disposición significante del cuerpo y sus sentidos hacia aquello que lo rebasa y se abre ante sí. La incorporación de los sentidos será siempre luego asunto de interpretaciones, de absorciones, de [inaudible], de zamarreos, de [inaudible]. Ya sea como confusión del final de la tierra y el comienzo inabarcable del mar, la ola es un paréntesis giratorio de agua o, como confusión del [inaudible] y el objeto de sus sentidos, la falla archipielágica alabanza las sensaciones en un transitar negativo. El ojo es una hendidura saturada, lubricada entre los párpados. La lengua, por eso hablo de órganos también, habita la hendidura de la boca y allí dispone de la saliva o el aire pronunciable de las palabras. En condición de archipiélago, las hendiduras agitan las porosidades. La hendidura remolino, la hendidura resaca, la hendidura [inaudible], la hendidura coral, la hendidura esponja, la hendidura sexo, la hendidura sedimento, la hendidura arena están hechas para meditar, para estar entre los cuerpos y las imágenes de los sentidos". Leo todo esto, porque quiero seguir enfatizando el telurismo. Según Elizabeth [inaudible] los cuerpos son entes transformadores por definición y todo cuerpo es [inaudible], es decir, que posee un eros esquizo e histérico al existir como cuerpo solo en el acto mismo de establecer relaciones de devenir, otro con otros cuerpos, con órganos de otros cuerpos, con partículas de esos otros cuerpos, mediante devoraciones digestivas y reproductivas. Ello implica que todo cuerpo es parcial, incompleto y fragmentario por definición. Todo cuerpo es una serie de metamorfosis en cursos, las hendiduras [inaudible] tectónicas y orgánicas evocan el trasplante continuo de órganos según las [inaudible]. Es el caso del cuerpo telúrico del archipiélago, al cual Juan Carlos Quintero Herencia acude para realizar una serie de trasplantes en las letras hispano antillanas, que redundan en un archipiélago que se repite y que es importante que se repita, pues aquí la repetición es creativa, es contra efectuación continua del presente. Nada más indicado que iniciar esa serie archipielágica como lo hace el libro, con "La isla que se repite" de Benítez Rojo. A partir de una operación crítica sobre "La isla que se repite", Quintero dirime de manera muy sugerente y pedagógica la querella de los insulares y los continentales, para proponer un archipiélago que se repita más allá de la dicotomía isla continente. Como es de esperarse, la metáfora archipiélago resulta más abarcadora que la metáfora isla. Quintero demuestra a saciedad que, en comparación con el archipiélago, la isla de Benítez Rojo se queda corta en aquello de repetirse, que no es sino una manera de diseminar la diferencia prolífica del Caribe. Debo remarcar que este abordaje archipielágico de "La isla que se repite", oscila entre las aperturas para multiplicidad y las restricciones del giro lingüístico. Es que yo tengo una peleíta con el giro lingüístico, entonces, la estoy metiendo aquí, a ver si funciona. ^M00:47:15 [ Risas ] ^M00:47:17 >> Por aquello de que, para muestra un botón, basta, me detengo brevemente en esta instancia de oscilación que involucra diferentes temas a lo largo del libro. El giro lingüístico acarrea, como es de suponer, cierto positivismo universalista, en la medida en que dé recurso a la hegemonía de la lengua y, de paso, la letra alfabética excluye formas de conocimiento y de existencia que no pasan por esos códigos glotocéntricos, o sea, glotocéntrico basado en un lenguaje humano, hablado, verbal, ¿no? Ello sucede hasta en las mejores familias. Es la situación de Levi Strauss, el gran antropólogo, en sus célebres mitológicas, las que despliegan un reconocimiento realmente impresionante de la materialidad que enhebra el pensamiento mitológico, pero suprime esa materialidad cuando la disuelve en el juego abstracto de las oposiciones estructurales de la lengua, con tal de autentificar y acreditar la posibilidad universalista de la investigación. Cuando aborda el ensayo "La isla que se repite" de Benítez Rojo, Quintero Herencia plantea convincentemente que, para Benítez Rojo, la naturaleza del Caribe aparece, ¿no?, como dispensadora privilegiada de una armonía y [inaudible] que prevalece igualmente a histórico, sobre los desafueros de la historia traída supuestamente por Europa y concluye que el autor cubano soslaya así, con tradiciones importantes de la vida de la región. Esto suena bien y coincido. No coincido sin embargo con la estrategia analítica seguida en este punto por Quintero Herencia, de concentrar la crítica del ensayo cubano sobre el hecho de que en este se recurra a la magia ancestral y su autor parezca, como dicen en Puerto Rico, su autor parezca en creer en cosas de esas, ¿no? De agüeros y revelaciones. Me parece que impugnar el recurso a la magia en sí misma, como insuficiencia de la crítica es cargar un fardo ilustrado y positivista, de hecho, bastante sujeto a la dicotomía cristiana occidental, de la creencia y la incredulidad. La pertenencia de saberes ancestrales como el animismo y la magia, no tiene nada que ver con creer o no creer, sino con los conceptos y herramientas propuestos para el pensamiento y con procedimientos de acción convenientes o inconvenientes. La magia y la consecuente revelación de la cierta manera de caminar de las mujeres negras cubanas, constituye más que nada una constatación del encantamiento del objeto real, del efecto que [inaudible] llama en inglés [inaudible]. Ese artificio imaginativo del acto estético que tantea [inaudible] del objeto real, en este caso la atmósfera afectiva que acompañó la crisis de octubre de 1962 en Cuba. Esa es la dimensión del encantamiento de [inaudible] del caminar de la negra cubana, al cual se refiere Benítez Rojo, al cual Benítez Rojo atribuye una revelación mágica, por su capacidad de desmentir la atmósfera apocalíptica dominante. Yo acotaría que, en lugar de la magia en sí, sin la cual no hay arte ni literatura que valga, lo fallido en la centralidad e importancia desproporcionada que adquieren las metáforas geo poéticas de la isla y la plantación, en el ensayo de Benítez Rojo, algo que también se menciona en el ensayo, se apunta. O sea, queda claro también. La condena implícita y explícita reiterada [inaudible] de todo lo que sea telurismo, saberes ancestrales, tradiciones o magia, corre a lo largo de todo el libro, acompañada de invocaciones de las mareas, las arenas, los movimientos tectónicos, los fenómenos meteorológicos, la fisiología corporal, los sentidos, las percepciones, los afectos y los encuentros multiespecies y multiórganos. Invocaciones que, de hecho, al conceder agencia a la materialidad, al animar como lo hace, ¿no?, [inaudible] de entes materiales, redundan en un procedimiento de encantamiento mágico de los textos abordados. O sea, aquí uno está leyendo, como vimos en las citas y todo, la magia, ¿no? Si algo fascina en la escritura de Juan Carlos Quintero, y aquí incluyo su poesía es su mágica relación con una corporalidad multiespecie diseminada. Igual sucede con los autores caribeños que enfoca, bueno, no todos. Por ejemplo, la metáfora del ajiaco de Fernando Ortiz es un impresionante encuentro telúrico de multiespecies vegetales, animales y minerales, en un caldo [inaudible], animador de una transculturación; pero Quintero lo ostenta como un expediente anti telúrico por excelencia. Tal pareciera que para Quintero todo lo que resuma magia, tradición ancestral, sentido de la tierra, saberes no filtrados por [inaudible], podría ser equivalente a un residuo pre moderno y, por esa vía, vinculado a una metafísica originaria que alimentaria, que de hecho esa metafísica existe, pero que alimentaria al populismo, al nacionalismo y el totalitarismo, presuntamente ejemplificados por el nacionalismo puertorriqueño y la revolución cubana y casos semejantes. De ahí que un gesto no tan diferente del ejemplo ya citado de Levi Strauss, Quintero recurra a, de alguna manera, prevenir o proteger su indudable vocación telúrica y mágica depurándola mediante la [inaudible] del giro lingüístico de todo elemento anti moderno. Por suerte, ese gesto contradictorio, en cierta manera, realza lo que pretende eludir. Es un acto de prestidigitación en reversa, en lugar de hacer pasar el [inaudible] por magia, pretende escamotear la magia y pasarla por método positivo, a la manera del mago de la novela homónima que se llamaba "El mago" de César Águila, que se contrariaba, "El mago" de César Águila se contrariaba porque los trucos le salían como magia de verdad. Era un mago que estaba frustrado, porque hacía magia de verdad y no eran trucos, entonces, no podía demostrar ni la clase de magia. ^M00:54:38 [ Risas ] ^M00:54:40 >> Yo creo que hay algo de esto. Ese impulso contrario, como la fricción del aire que opone y levanta el ala del pájaro, de alguna manera realza el vuelo mágico de la prosa de Quintero, cual si esta quisiera lucir su perseverancia. Por tanto, la buena noticia es, y estoy convencido de ello, que hoja de mar en su exégesis contra corriente de siete autores del canon cubano puertorriqueño, constituye el evento más importante de la crítica caribeñista de los últimos años. Ahí-- Tiene razón-- Rubén en mencionar "Femina Faber" que va por ese camino ya, ¿no? Pero ya en el archipiélago se completa, ¿no?, como con todo. Juan Carlos Quintero logra volarse y escapar del performance de la identidad, esto es lo importante, aparte de mi peleíta con la parte lingüística, en verdad, la política cultural, esto es lo importante, logra volarse y escapar del performance de la identidad y las tres rutinas de la etnia, género y nación, que son tres, que como él señala, constituyen el repertorio multiculturalista impuesto al investigador académico actual, ¿no? Eso se impone, eso si uno no hace, lo puede pasar mal, tú lo explicas ahí. Quienes buscamos algo más que ese repertorio multiculturalista, ya disponemos de una pletórica pormenorizada y reveladora relectura que nos lleva a recorrer para mal o para bien la brujería de Benítez Rojo, que sí es medio brujo, la hermenáutica, que no la hermenéutica del capitán metafórico Antonio Pereira. Eso es lo mejor que pudiste hacer por Pereira, llamarlo capitán metafórico, no sé si te lo van agradecer los periodistas, pero lo deber es agradecer. La gastronomía de Fernando Ortiz, la anemografía de José Lezama Lima, la oceanografía de Julio de Burgos, y esto lo digo, no es que yo quiera usar palabras, esas son palabras del libro, ¿no?, del texto del propio Juan Carlos y entra en detalles para convencernos de eso. Y lo mejor de todo, la gastroenterología óptica, trasplante de estómago con ojo de Pales Matos y, finalmente, la carnicería de Virgilio Piñera, porque eso es una carnicería, lo que ocurrió ahí, más allá del trasplante. Pasamos del multiculturalismo a lo que Eduardo Riveros de Castro llama, y creo que esto es una muestra, el multinatural, donde la naturaleza deja de ser el premio inmaculado, como a veces de cierta manera lo usa Benítez Rojo, no siempre, pero en muchos casos, contra puesto a la cultura y obligado a fundamentarla, ¿no?, para diseminar la multiplicidad y el artificio, el conflicto y la complicidad en heterogéneas poblaciones multiespecies; es decir, que la naturaleza, en lugar de fundamentar la unicidad, la identidad de la cultura, lo que hace es que la disemina, la hace estallar, ¿no? Eso es lo que hace aquí Juan Carlos, básicamente, eso es lo que hace. Entonces, por ahí-- Bueno, eso es, ya terminé. Muchas gracias por escucharme. ^M00:58:32 [ Aplausos ] ^M00:58:39 >> Bueno, gracias, Juan, por básicamente, situar este libro, ¿no?, en una genealogía confrontacional con grandes textos latinoamericanos y del Caribe y dejarnos saber, exactamente, qué es lo que secreta o derrama o el hechizo que nos manda este libro, ¿no? Voy a ser rebelde un momentito, voy a dar las gracias ahora a mitad de esto, porque no lo hice al principio, para que las escuchen bien, no, sobre todo Georgette Dorn, la directora de aquí de la división hispánica y a Thalía Guzmán que ha sido nuestra cómplice en una serie de actividades que hemos planeado en la Biblioteca del Congreso. Gracias por esta colaboración y al departamento de español de la Universidad de Maryland, siempre está dispuesto a hacerlo con ustedes. Y gracias a ustedes por estar aquí, sobre todo gracias a Rubén y a Juan, que se brindaron para hacer este banquete que nos acaban de dar. Y espero que Juan Carlos haya tenido unos cuantos minutos para pensarse lo que tiene que decir ahora, porque lo que voy a hacer es pedirle que responda a lo que han dicho Rubén y Juan y que, de cierta manera, si se parece que hay algo que falta o que irías en contra de [inaudible] y lo que esperamos es armar un diálogo aquí, en el que ustedes también puedan participar. ^M00:59:57 >> ¿Se me escucha? ¿Se me escucha? Bueno, yo-- Yo no voy a añadir más, en verdad, porque ya creo que ellos han tenido que soportar esas 400 páginas y-- Lo único que puedo es volver a darle las gracias a Georgette y a Thalía, a mis colegas, ¿no? El departamento, a los estudiantes graduados, iba a decir míos también. En realidad, celebrar el lujo que supone tener estos lectores, ¿no? Ya lo que ellos han dicho y hecho es materia de conversación futura, ¿no? Yo me siento honrado por la escucha de ellos y, de alguna manera, estos libros son posibles porque hay una serie de conversaciones y de, y de intercambios anteriores a ellos, ¿no? Ellos yo sé que no les gusta que yo les diga esto, pero son maestros, para mí han sido maestros en más de un sentido, ahora afortunadamente, son amigos y quieren que así los trate. De alguna manera, uno escribe para estar a la altura de estas lecturas, ¿no? Entonces, yo preferiría, ya lo que yo tenía que decir sobre el archipiélago está ahí. Yo preferiría escuchar preguntas o comentarios y, otra vez, darles las gracias por esta oportunidad. ^M01:01:41 >> Se está escapando, ¿no? >> Sí, por la hendidura. ^M01:01:45 [ Risas ] ^M01:01:49 >> Una pregunta. ^M01:01:50 [ Inaudible ] ^M01:02:03 >> ¿Me estás preguntando a mí? >> Sí. >> Bueno, una de las ficciones analíticas del libro, yo creo que yo aprendí con mi maestro Ricardo [inaudible] a construir ficciones interpretativas, creo que es cómo él las llamaba-- Digamos, yo doy por cierto o el mago cree, que el trabajo del agua es constante sobre la tierra, que este problema de la-- Esta batalla, este antagonismo muy binario de isla y agua, continente, isla, lo que reproduce o proyecta es una serie quizás de-- De auto figuraciones de los proyectos de los respectivos autores de enfrentar esto. Yo creo que a mí me interesó pensar esos textos desde el agua. Yo creo que en realidad lo que tienen en común muchos de-- Tanto el paisaje digestivo de Pales Matos, la maldita circunstancia del agua por todas partes de Virgilio Piñera, yo quiero subrayar que es por todas partes, no la circunferencia. E inclusive en el caso de Pedreira, un poco el atrevimiento o el hallazgo mío en el libro es que hay, más allá de la figuración, Pedreira imagina el mar como un cinturón, creo que es la única figuración que yo he encontrado de imaginar el mar, literalmente, como una correa que aprieta la cintura. Es algo muy singular. A mí me ha interesado también, creo que son todas poéticas que, de alguna manera, testimonian la saturación de la tierra por el agua, y que el mar en realidad está por todas partes, ¿no? Y que hay algo indeciso, indeterminado. El hallazgo de la cita que Rubén leyó, ¿no?, es muy interesante, porque ese libro en particular, Félix Guerra era un periodista y crítico cubano, acabado de salir una famosa compilación de entrevistas que hizo. >> Valoración múltiple. >> Valoración múltiple. Él ya se había acercado a Lezama en Cuba, en Casa de las Américas, se había acercado a Lezama con un proyecto de entrevistas y cuando salió la Valoración Múltiple de Lezama, descubrió que se había quedado sin proyecto. Entonces, se acerca a Lezama y le dice, pues vamos a hablar de cualquier cosa que no sea literatura, que no sea cultura, que no sea arte, pero ya ustedes oyen cómo-- Lezama es una coherencia barroca y elíptica que, así contesta también qué prefiere, si un libro o un asado de cordero, es como que no puede manejar otro registro, ¿no? Entonces, esta idea de la ubicuidad del agua es continua. Pales, también Pales es un poeta muy singular que es el único que tiene una teoría digestiva del paisaje. Epe [fonéticamente] aquí este paisaje digestivo dice en su célebre poema Menú, el Caribe es en realidad un paisaje digestivo, entonces con qué órgano uno lo percibe. Entonces, de alguna manera, colocarme frente a estas poéticas y estos textos fue también enfrentar los retos que suponían, ¿no? Y también volver a ellos, porque creo que estaban ausentes en las grandes teorías, ¿no?, de lo caribeño o de lo insular. Entonces, yo estoy idealmente, quisiera estar en el agua, pero creo que el agua siempre está, ¿no?, siempre está ahí. ^M01:06:31 [ Silencio ] ^M01:06:37 [ Inaudible ] ^M01:06:38 >> Están tímidos. ^M01:06:41 [ Inaudible ] ^M01:07:25 >> Es la corrosión del salitre, ¿no? También una de las maneras de ver ese relevo de materialidad de lo acuático, es verlo también en el viento salitroso, ¿no? Pero también hay otra metáfora si tú quieres, otra corporalidad operando bajo la idea del mar, además del mareo, que es la del marinado, también las corrosiones son constitutivas de procesos culinarios, de procesos gástricos, de procesos gastronómicos. Es necesario también para absorber, descomponer. Entonces, a mí me interesó un poco dejarme-- Es algo que creo que vengo haciendo con mis libros, que es como dejarme afectar y contaminar por los objetos que leo. No la idea de colocarme fuera de ellos y domesticarlos o enmarcarlos, como se dice. Se me hace muy difícil, por muchas razones, tanto éticas como políticas. Entonces, era también lidiar con la corrosión también, es una manera, algo que hablábamos ayer con, hablaba con Juan, también lidiar con nuestra finitud, con una mortalidad. También muchas de estas teorías y reflexiones parecen que son enunciados que vivirán por siempre o que están hablando de situaciones que no van a tener declinación final, ¿no? Entonces, por ahí va también la reflexión con lo negativo, ¿no? Creo que aceptar esta suerte de mortalidad o finitud de ciertos procesos y objetos, es también una manera muy saludable de pasar y dejar que vengan otros y digan y hagan otra cosa. ^M01:09:24 [ Silencio ] ^M01:09:28 >> Tengo una preguntita para Juan Carlos. >> ¡Ay! Jesús. ^M01:09:33 [ Risas ] ^M01:09:36 >> Era una especie como de presentimiento que experimenté durante la lectura del libro y el final del ensayo de Juan y me lo avivó, cuando uno lee tu libro, encontraste con "La máquina de la salsa", un libro que a mí me encanta, yo sentía "La máquina de la salsa", un goce extraordinario por un lado, pero por otro lado, un espíritu rencilloso, ¿no?, casi podría decir una rabia que a veces hasta amenazaba con destruir la contentura, porque estabas en pie de guerra contra todos los que para ti redujeron la salsa, la disciplinaron para convertirla en una especie de itinerario de deberes, ¿no? Los deberes antropológicos, pedagógicos, políticos, académicos. Y eso era como una especie de [inaudible]; nunca estuve en desacuerdo contigo, pero sí me molestaba que me destruyeras el placer de la lectura porque, cuando por otro lado bailabas con la prosa, y la erudición tuya salsística nunca deja de conmoverme. Y noto una paz, por un lado, en este libro, quizás la palabra sea sosiego-- No es que el libro deje de ser muy duro con lo mismo, pero ya es una cosa tan asumida, que como que sentí que ya no era necesario-- Me lo disfruté muchísimo. Pero irónicamente, por otro lado, leía y esta es la pregunta que te hago, cierto desencanto con la creencia, ¿no? Una especie de-- >> ¿Con qué? >> Con la creencia. >> Con la creencia, que es lo que tú llamas magia, el pensamiento mágico, toda esa crítica que tú haces, pero que al final salvas, porque un poco como que la vuelves al revés en tu, en tu ensayo-- Y nada, te quería preguntar si se podía hablar de tal cosa como una revelación del descreer, una absoluta contradicción. Yo no sé, yo no dejaba de sentir eso también y que, por otro parte, con toda la rabia de la magia de la salsa, yo siempre lo sentí como un libro profundamente espiritual. Que hay una conexión entre la salsa, por un lado, el baile por otro, el goce es sagrado, ¿no? >> El agua. >> ¿Perdón? >> Y el agua. >> Y al agua. ¿Qué piensas? ¿Es un disparate que me estoy inventando? ^M01:12:44 [ Risas ] ^M01:12:48 >> El problema de ser leído por estos señores, es que uno está al desnudo, descubierto, ¿no? Porque sí, el libro de la salsa, es un libro que yo decido escribir profundamente perturbado y molesto por lo que yo empezaba a leer como, ¿verdad?, estudios o reflexiones sobre los salseros, en academias tanto norteamericanas como latinoamericanas. Y esto es una larga conversación que yo he tenido, sobre todo que he tenido con Ivette sobre esta suerte de que muchas veces, hasta este libro, para escribir necesito escribir a veces en contra, ¿no? Hay mucho de enfrentamiento hacia ciertos modos de leer, ¿cierto? A veces ciertas ritualidades y, ciertas genuflexiones, ciertas domesticaciones. Y yo creo que, leyéndome o leyendo a mis lectores y a los que me criticaban, me decían esto de otra manera, ¿No? Y es algo que yo traté deliberadamente de mantener a raya en este libro, ¿no?, porque quizás, y yo lo digo al principio, quizás en esas batallas, se estaba poniendo en evidencia, quizás algo que tiene que ver conmigo más que con lo que estaba pasando con los textos. Era una manera mía de entrar yo en el escenario, autorizarme, ¿no?, y era una forma de, en realidad, muy-- Podemos decir más masculina, de invitar a pelear a alguien, macharrana, para decidir, para decidir el asunto. Pero también, bajo ese gesto, iba también un esfuerzo-- Yo no diría deliberado, pero sí muy preocupado éticamente por lidiar, o sea, por batallar con situaciones que ameritaban una palabra y un diferendo. Me perturbaba mucho eso, ¿no? De repente, conoceréis la salsa y la salsa los hará libres, de repente yo leía textos sobre la salsa y parecía que la gente bailaba salsa, porque siempre lo que querían era demostrar que se sentían orgullosos de su identidad y yo preguntaba, ¿esta gente fue a un baile de salsa? Yo nunca vi en los bailes de salsa gente con banderitas, con banderitas y pancartas diciendo, ¡qué viva la identidad! Era otra cosa, no sé. Entonces, también a veces, cuando las instituciones se apropian de ciertos géneros, de ciertos procesos, es porque están movilizando una agenda que tiene que ver más con los hábitos disciplinarios de la institución, que con lo que estaba pasando. Pero es cierto, yo quise tratar de mantener a raya también eso, no porque-- No quería decir otra cosa, sino para evitar quizás cierta, sí, cierta animosidad, lo de la creencia. Bueno, eso es algo que todavía yo no tengo resuelto. No es algo que yo tengo resuelto. Con Benítez Rojo y yo en realidad estoy de acuerdo contigo Juan, con lo que tú me dices, más que con la magia, a mí lo que yo-- Me doy cuenta hoy es que creo que el proyecto de Benítez Rojo es una especie de teorización real maravillosa sobre el Caribe. Y no es tanto lo que representa, y lo que representa la magia, sino el lugar que se coloca él, donde se coloca él para lidiar con esta situación. Yo creo que ahí también hay una suerte de homenaje a cómo él como narrador, hace teoría, ¿no? Entonces, la feminización, porque en "La isla que se repite", las feminizaciones son muy fuertes y además muy violentas, van por ahí, ¿no? Más que por la creencia, sería cierto tipo de creencia religiosa, no la creencia en general. Pero es algo que yo, digamos, sigo pensando. Y-- Y es algo que, yo no podría decir que lo tengo completamente resuelto. >> Quería comentar algo. >> Sí. >> Sí, yo creo que este es un tema para discutir, esto es una cosa que queda abierta. Lo que yo concedo y tú demuestras ahí, es que Benítez Rojo está colocando como fundamento de autorización posiblemente una-- Lo que él llama una magia caribeña-- Entonces, ahí es cómo él lo usa, lo está usando precisamente, para cosas que no necesariamente requieren tanta magia. >> Además, tú sabes que la bomba no cayó en Cuba, no por el polvillo dorado y el olor a albahaca y las piernas de las negras, es que se pusieron a hablar del [inaudible] con Kennedy. ^M01:18:21 [ Risas ] ^M01:18:22 >> Yo lo interpreté, yo interpreté que el caminar-- O sea, eso cuando yo lo leí, yo interpreté que el caminarle enseñó a él que no había que sentirse apocalíptico, pero no interpreté que ese caminar evitó la guerra. Pero, de todas maneras, tampoco yo quisiera como dar a entender que estoy reivindicando la magia como la liberación o la vida para ponerse a ser brujos por ahí, porque lo que sí quiero exponer es que no hay razón ni siquiera para una cosa ni para la otra, porque la magia es un procedimiento como todos, son procedimientos que se usan con tal o cual finalidad, con tal o cual resultado y eso depende de muchas cosas. La gente lo dice por ahí, tienen toda la razón, hay magia [inaudible], cómo decir, para el mal. Trabaja para el mal. Yo trabajo para el bien, y eso es verdad, o sea, hay de todo. Entonces, no es eso. Y hay también protocolos científicos malos, y protocolos científicos buenísimos, ¿no? Entonces, eso era, como yo quiero también entonces en mi lenguaje, yo también como tú dices, me gusta escribir como una peleíta contra alguien. En este caso, era contra ti, pero te voy a confesar que era contra cierta tendencia que veo por ahí, que se plantea como contraria a la identidad, pero reivindicando una cosa parecida, que es volver a reivindicar el giro lingüístico y eso. Que es un poco la gente de Moreiras. Entonces, eso a mí me, me da como una cosa por dentro, ¿no? Y eso era a lo que yo metí y los demonios, sí, los demonios. Y es lo que yo metí ahí a escribir como con ganas. Pero sí-- Estoy de acuerdo contigo que son cosas para discutirse y que eso es muy complicado. >> Sobre el asunto de "La isla que se repite", tú le das duro a "La isla que se repite". Alguien una vez me preguntó cómo yo traduciría al inglés el título "La isla que se repite" y yo muy burlonamente le dije The Island that burps. ^M01:20:48 [ Risas ] ^M01:20:56 >> Porque repetir es repetir la comida. Es decir, sería una traducción gástrica, ¿no? Pero también como efecto de lo que podría ser una mala digestión. Y esa sería una manera de regresar a Pales y esa supuesta metáfora digestiva del Caribe, que en Pales se poetiza. Y que desaparece del escenario de Benítez Rojo, porque lo que ocupa ese lugar es el de cierta manera. Y yo creo que, yo estoy muy de acuerdo contigo, en que el de cierta manera-- No es que se repita infinitum como sería en el reino de la diferencia radical, sino que el cierta manera es más una manera cierta que una cierta manera. Que hay una especie de certeza metafísica que se tiende a ver como el resultado esperado de la repetición. Ahora, lo que a mí más me molesta de "La isla que se repite", no es el de cierta manera, si no la teoría del caos. Yo encuentro que, el hecho de que él haya sentido necesario escribir un ensayo adicional al final del texto para explicarle a todo el mundo lo que es la teoría del caos, me parece a mí, como tú dices con dureza, que delata el hecho de estratégico de un intelectual que abandona su lugar de origen y tiene que averiguar dónde va a conseguir trabajo, ¿no? Entonces, yo creo que las dos opciones del libro son, por un lado, la mitología de la cierta manera y, por otro lado, la entelequia postmoderna académica de la teoría del caos. Una de estas dos cosas me va a conseguir a mí un buen trabajo en una universidad acreditada. Y no lo estoy diciendo-- Qué sé yo, porque yo me sienta superior a ellos. Todos hacemos nuestras movidas para sobrevivir en los mercados, entre otros de los muchos, de la academia. Lo que eso implica es que, de cierta manera, "La isla que se repite" es un aparato también, es como una especie de dispositivo complejo que está con un pie en la academia norteamericana, ya en ese momento de la biografía de Antonio Benítez Rojo y con otro pie en la Cuba que él estaba a punto de abandonar. >> Rapidito. Juan, Juan es de los primeros en reseñar "La isla que se repite". >> Que se repite. >> Con un título de "Europa piensa y el Caribe come". >> Y el Caribe come, sí. >> ¿No? Entonces, Juan con mucha generosidad, pero también con mucha ferocidad, reconocía que aquí había otra vez unas decantaciones éticas y políticas muy burdas. Por ejemplo, lo de la naturaleza, la naturaleza siempre está como sublimando o la naturaleza como que sana al hombre, o sea, no hay violencia en la naturaleza. ^M01:24:40 [ Inaudible ] ^M01:24:42 >> Sí. Y es como sanación, es una manera de exorcizar la violencia. Y yo no sé, yo creo que la naturaleza es muy violenta también. Entonces, había algo que, por ahí, que yo un poco me fui, más que como un ataque a la magia. >> No es madre naturaleza, es la madrastra naturaleza. >> Bueno, como todos los platillos deliciosos, nos tiene que dejar deseando. Entonces, vamos a parar aquí, por favor, porque les recuerdo que estamos en la Biblioteca del Congreso, que esto es parte del Gobierno Federal y cierra, cierra a las cinco de la tarde. Entonces, si queremos en realidad, que Juan Carlos nos firme los libros, si queremos comprar el ejemplar de este libro, tenemos aproximadamente, unos 15, 20 minutos antes de que tengamos que abandonar el recinto, porque nos cierran el estacionamiento y nos cierran el edificio. Entonces, otra vez, un millón de gracias a Rubén, a Juan, a los dos Juanes, y a todos ustedes por estar aquí. Y adelante, vayan a buscar ese libro. ^M01:25:45 [ Aplausos ] ^M01:25:56 This has been a presentation of the Library of Congress. Visit us at loc.gov. ^E01:26:02